domingo, 6 de julio de 2008

AHORA Y HOY 3ra EDICIÓN

Ahora y Hoy

Por Zaira Liszt Luebbert Salmán.

“Hoy no voy a declarar” ¿porqué? “¡Porque no me conviene!”: Florentino López Tapia.

Quizá desde mucho antes pero de manera metódica en los últimos 50 años, Guaymas ha vivido una rara versión de renuencia institucional a su propia historia quizá no en su acepción exacta de repulsa o desprecio por ella pero si en la de menosprecio y grosería; una curiosa modalidad de antipatía y desdén por sus documentos antiguos y elementos representativos de la ciudad como edificios, casonas y monumentos; hasta los paisajes típicos han sido modificados por eso que pomposamente se llama progreso.
Incluso, el nombre del emblemático Cerro Tetas de Cabra o Tacali como es y debe ser su nombre original, fue sustituido --sin que a nadie le importara-- por el galimatías gramatical Tetakawi y en poco tiempo desfigurado por carreteras y próximamente invadido por condominios exclusivos para gringos retirados.
Para explicar este fenómeno disfuncional acaso único en el mundo, muchos “analistas” espontáneos aseguran se debe al poco o nulo amor por Guaymas de algunos de sus gobernantes --presidentes municipales, síndicos y regidores-- por no ser oriundos del Puerto, como el nativo del estado de Nuevo León don Francisco Llano, que se dice ordenó tirar a una noria el archivo histórico de Guaymas, o Felipe Rivadeneira y Sauri con arraigo ascendencia en Yucatán o Sara Valle de Hermosillo y Vicente Pascual de Michoacán, por citar sólo algunos. Hasta el de Monte Lolita Bernardino Cruz Rivas también es de Hermosillo.
Para oponerse a la Tesis del gobernante fuereño se cita el caso de ingeniero Edmundo Chávez Méndez quien en su gestión ordenó levantar de las banquetas del centro histórico aquel hermoso y distinguido mosaico amarillo con su artística trenza negra que remataba en cada esquina con el orgulloso emblema muy guaymenseMendivil y Lelevier” en ambas aceras de la avenida Serdán desde Palacio Municipal hasta la calle 15, y colocar fea loza de cemento sin más afán que gastarse apuradamente los enormes recursos de aquel programa federal de las 100 ciudades.
Es pertinente examinar el punto porque si oportunamente se hubiera futureado ahorita mismo Guaymas fuera envidiable Destino Turístico no por sus bellezas naturales y hermosos cerros que la inundan por dentro y la circundan por fuera, sino por todos aquellos hermosos edificios y fastuosas casas derruidas por criterios comerciales propios del “Realty” más que sobre bases históricas.
A la fecha no se entiende como se permitió demoler aquella hermosa casa que parecía castillo de los Robinson-Lelevier para construir en su lugar la ferretería Fer-Ver donde ahora está Interceramic, o el elegante edificio Hotel México para hacer la mueblería Guadalupana frente a la plaza 13 de julio donde ahora hay oficinas municipales; o destruir aquel hermoso chalet de la familia Lelevier en la calle 29 para la cooperativa Mar de Cortés, o la casa Wallace donde vivió el doctor Mendoza para que Paco Daued hiciera su restaurante El Zarape y luego El Jorongo.
También resulta incomprensible se haya demolido aquel hermoso edificio de piedra que albergara oficinas del Correo en la calle 17 y Serdán para que allí se hiciera la mueblería Zaragoza del Puerto de Guaymas y a la fecha sobreviven penosamente algunas edificaciones antiguas como la casa de don Pedro Alvín en la Calle 9 y los clásicos edificios que fueran del Banco de Sonora y Banco Nacional de México respectivamente, en las calles 21 y 22, así como la casa de la familia Zaragoza hoy Casa de la Cultura y la vivienda de la familia que fuera de don Arturo Morales donde ahora está el Instituto Miravalle, ambas en calle 14 y Serdán.
Quienes supieron del majestuoso Hotel Casa Grande, o la imponente construcción El Siglo XXI de García Bringas o la Mercería Alemana S.A de A. Bulle y Cía. y las casas Tapia, Cañez, o Bustamante que luego fue el Hotel Guaymense, o la casa de don Luis Martínez devorada por el fuego un 8 de abril de 1914, o los edificios de Proveedora de Buques, La Francesa, la tienda de Juan Zeniso y El Cosmopolita de José L. Iberri y Torcuato de la Huerta, La Constancia y otras como la casa de don Matías Alzúa donde ahora está el Colegio Ilustración, o la fábrica de calzado de Fun Chun Lung donde después se estableció La Casa Colorada de la familia Gutiérrez descritas por el fino poeta porteño Alfonso Iberri en “Las Viejas Casas de Guaymas” y en el libro “Guaymas de Ayer” de Teodoro Paz, no dudan en asegurar que haberlos preservado habría sido motivo de masivo turismo como llegó a serlo s en los años 50 y 60 sin San Carlos: Destino Turístico.
Nunca como ahora se lucha para ubicar a Guaymas de nuevo como Destino Turístico porque a la fecha no lo es a pesar del esfuerzo en los tres niveles de gobierno y millonarias inversiones para terminar el malecón turístico y completar la espléndida Marina Guaymas, a la par que se retira la cantera queretana que cubre la plaza de los 3 presidentes confiados en que no pase igual como a las banquetas adornadas con el bello mosaico de la compañía guaymense Mendívil y Lelevier, mientras muchos se preguntan con horror que tan a salvo estará el Archivo histórico de Guaymas en estos nuestros días. Vale.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se si sea tarde para darle las gracias y reconocer su magnifico trabajo de investigacion y de informacion, andaba casi jugando en la internet cuando me topo con su pagina, y me encantaria encontrar otra forma de comunicarme con usted; sere breve, ha mencionado usted en su articulo el chalet de la familia Lelevier, y me da muchisimo gusto ver que se guarde en la memoria de la hermosa Sonora, detalles de la vida, sus gentes y de la historia; sin historia, las sociedades no serian nada. La felicito de nuevo y ojala tengamos oportunidad de comunicarnos. Sinceramente, Beatriz Lelevier
blelevier3@hotmail.com